Es noticia
Pedro Sánchez y sus enterradores
  1. España
  2. Matacán
Javier Caraballo

Matacán

Por

Pedro Sánchez y sus enterradores

La facilidad con que provoca la irritación de sus adversarios es una de las claves fundamentales de lo que ha ocurrido en las últimas elecciones generales

Foto: El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez (c). (EFE/Borja Sánchez-Trillo)
El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez (c). (EFE/Borja Sánchez-Trillo)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

La mayor ventaja de Pedro Sánchez es que ha leído a Schopenhauer. Estará más claro si se añade que el líder socialista está dotado de una capacidad innata para provocar la ira ciega de sus adversarios, el odio que bloquea la razón, la ofuscación que invalida los argumentos. Y todo eso ya lo había escrito Arthur Schopenhauer en un pequeño ensayo en el que, con 38 estratagemas, nos mostraba “el arte de tener razón”, aun en el caso de que no se tenga razón. Lo principal es eso, “provocar la irritación del adversario y hacerle montar en cólera, pues obcecado por ella, no estará en condiciones apropiadas de juzgar rectamente ni de aprovechar las propias ventajas”. Esa es la estratagema número 8, y coincidiremos en que es una de las armas que mejor ha sabido emplear Pedro Sánchez. Por supuesto que el líder socialista está dotado de otras capacidades de liderazgo que lo han llevado hasta donde está, claro, pero en esta ocasión solo me gustaría centrarme en esta, la facilidad con la que provoca la irritación de sus adversarios, porque considero que es una de las claves fundamentales de lo que ha ocurrido en las últimas elecciones generales.

Y no me refiero solo a los dirigentes políticos, que son los actores principales, sino a todos aquellos que están alrededor e influyen en los estados de opinión de la sociedad, desde muchos intelectuales hasta los propios periodistas, pasando por los profesionales de la demoscopia que interpretan las encuestas. Podría decirse, como se advierte en la ficha técnica de los sondeos, que lo que consigue el odio a Pedro Sánchez es que se incremente exponencialmente el margen de error en los pronósticos. La ceguera contra el presidente socialista ha llevado a muchos a no estar en condiciones apropiadas para juzgar correctamente el mundo que les rodea. Alguna explicación, en este mismo sentido, se les ha podido oír tras las elecciones a algunos de los responsables de grandes empresas de encuestas, aunque sin admitir, obviamente, que se dejaron llevar por la corriente antisanchista, tan arrolladora como ha sido.

La ceguera contra Sánchez ha llevado a muchos a no estar en condiciones apropiadas para juzgar correctamente el mundo que les rodea

¿Cuántos han dado por enterrado y sepultado a Pedro Sánchez? El fenómeno es tan acusado en su trayectoria, que ese pronóstico errado le acompaña desde que empezó; siempre, en cada etapa, desde aquellas primarias que ganó a Susana Díaz, entonces poderosa presidenta de la Junta de Andalucía, muchos han vaticinado que Pedro Sánchez estaba muerto políticamente. Se han equivocado siempre por no incluir en el diagnóstico algo tan elemental como la duda. Al menos eso, la posibilidad de que las cosas puedan salir de una manera distinta a como las piensa uno. Pues no… La habilidad de Sánchez, si se permite la expresión, consiste en enervar tanto el ánimo de quienes le contemplan que muchos, que deberían mantener una obligada distancia al analizarlo, tropiezan, obcecados.

Cuando la irritación bloquea hasta la mirada, es imposible ver, por ejemplo, que aquellas decisiones que adopta el presidente del Gobierno, y que a nosotros pueden parecernos intolerables e inadmisibles, no afectan en absoluto a una gran parte del electorado en España. Bildu, Marruecos, Cataluña o el Poder Judicial… A usted pueden parecerle líneas rojas que se traspasan, pero en España hay muchas otras personas que no lo piensan así. Esa es la realidad. Y permítanme que recuerde lo que se escribió aquí antes, incluso, de las elecciones de mayo, y que leído ahora, después de lo ocurrido, tiene sentido repetirlo: “El sanchismo existe como elogio. Como esas palabras, sanchismo y elogio, no suelen ir juntas en la misma frase, conviene remarcarlo. Debemos tenerlo presente, porque hay quien piensa que sanchismo solo es sinónimo de desastre político, de debacle ideológica y hasta de ruptura interna del PSOE. No es así, y quien pretenda entender sin sectarismos la realidad española no debería obviarlo”. Pues eso.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Pool/Moncloa/Borja Puig de la Bellacasa) Opinión
TE PUEDE INTERESAR
Puerta grande o enfermería, el 'sanchenazo'
Javier Caraballo

También están los insultos, parte fundamental de la estratagema para desequilibrar al adversario. A Pedro Sánchez se le ha dicho de todo, criminal, traidor, lelo, vendido, imbécil, descerebrado… Así, con normalidad, cada día, como si formara parte de un simple argumentario político. Nada hay más contrario al razonamiento que el insulto, pero en España es moneda común. Podría decirse que desde la izquierda no son menores los insultos que se dirigen contra los líderes de la derecha, y es verdad, pero esa generalización no hace más que redundar en el acierto de la estratagema. Cuando el debate se despeña por los insultos, lo que se fomenta es la polarización de la sociedad. Cuanto más se insulta a Pedro Sánchez, más empatía se genera entre su electorado. También eso lo acabamos de presenciar en esta sucesión de campañas electorales en las que, como se viene apuntando aquí desde hace tiempo, el sanchismo/antisanchismo, el odio a Pedro Sánchez, ha sido el factor más influyente en las elecciones. Así ha ocurrido, aunque con distintos resultados en las elecciones municipales y autonómicas de mayo pasado y en estas recientes de julio, las elecciones generales.

En mayo pasado, el antisanchismo provocó la pérdida de numerosas instituciones para alcaldes y presidentes socialistas y ahora, en cambio, ha acabado favoreciendo al titular del agravio. Si todos los socialistas que perdieron su cargo, desde Ximo Puig en Valencia hasta Antonio Muñoz en Sevilla, sienten ahora que ellos son los que han pagado el desgaste de Pedro Sánchez, tienen toda la razón. No se equivocan. Les propinaron un bofetón en medio de la indiferencia de buena parte del electorado de izquierda que, luego, ha salido en defensa del presidente. Ha sido así. Patada a Sánchez en el culo de otros socialistas. Pero, para eso, no tenía una respuesta Schopenhauer.

La mayor ventaja de Pedro Sánchez es que ha leído a Schopenhauer. Estará más claro si se añade que el líder socialista está dotado de una capacidad innata para provocar la ira ciega de sus adversarios, el odio que bloquea la razón, la ofuscación que invalida los argumentos. Y todo eso ya lo había escrito Arthur Schopenhauer en un pequeño ensayo en el que, con 38 estratagemas, nos mostraba “el arte de tener razón”, aun en el caso de que no se tenga razón. Lo principal es eso, “provocar la irritación del adversario y hacerle montar en cólera, pues obcecado por ella, no estará en condiciones apropiadas de juzgar rectamente ni de aprovechar las propias ventajas”. Esa es la estratagema número 8, y coincidiremos en que es una de las armas que mejor ha sabido emplear Pedro Sánchez. Por supuesto que el líder socialista está dotado de otras capacidades de liderazgo que lo han llevado hasta donde está, claro, pero en esta ocasión solo me gustaría centrarme en esta, la facilidad con la que provoca la irritación de sus adversarios, porque considero que es una de las claves fundamentales de lo que ha ocurrido en las últimas elecciones generales.

Pedro Sánchez Elecciones Generales
El redactor recomienda