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No es no, portazo y a las urnas
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José Antonio Zarzalejos

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No es no, portazo y a las urnas

Cuando el destructor del sistema apela a la lealtad institucional hay que ser fiel al compromiso constitucional de nuestro régimen parlamentario, negarse a sus propósitos e instarle a que ponga las urnas

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Quique García)
El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Quique García)
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Núñez Feijóo y, en general, los dirigentes del PP son tipos templados y sensatos. Operan con una lógica, sin embargo, que ya no rige. Es la de la transición, según la cual la consideración de partido de Estado condicionaba las decisiones estratégicas. Hasta que llegó Zapatero al poder (2004), y con alguna deriva previa de Aznar, el PSOE también estaba persuadido de esa condición de partido sistémico y de Estado. Pero aquel marco de referencias ha caducado. Con Pedro Sánchez, el socialismo se ha deslizado hacia el populismo izquierdista. Sin embargo, sigue utilizando la trampa de apelar a las ‘cuestiones de Estado’ para que los populares le rescaten de las sentencias condenatorias de sus inclementes socios y culparles de sus fracasos si no lo hacen. Ocurre de nuevo ahora. Y es el momento de recordar que Feijóo advirtió a Sánchez: “Cuando le fallen sus socios, no me llame”. Pero el presidente del PP estará hoy en el Mar-a-Lago de Sánchez, la Moncloa.

La primera ronda-trampa a los presidentes del PP

Este jueves, el presidente del Gobierno reproduce el engaño que llevó a la Moncloa en septiembre y octubre del pasado año a todos los responsables autonómicos del PP (menos a Isabel Díaz Ayuso) en una ronda de encuentros bilaterales perfectamente inútil. Les tomó el pelo literalmente porque no hubo acuerdo en la posterior Conferencia de Presidentes celebrada en Santander en el mes de diciembre y, para mayor escarnio a los peregrinantes a la Moncloa, puso en marcha la mal llamada condonación de la deuda del Fondo de Liquidez Autonómico a Cataluña (17.000 millones) con oferta displicente de extenderla a otras comunidades que “lo soliciten”. Cuando la vicepresidenta Montero convocó el Consejo de Política Fiscal y Financiera el pasado 28 de febrero, los consejeros competentes de las autonomías regidas por el PP se largaron. Hicieron bien, porque la tal señora no puede esgrimir el ‘respeto institucional’ cuando ella y su Gobierno negocian cuestiones de Estado en el extranjero con un prófugo de la justicia. Más aún, cuando es la ministra de Hacienda y, a la vez, candidata a la Junta de Andalucía en las elecciones autonómicas del próximo año. Colosal conflicto de intereses.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a su llega al Consejo. (EFE/Christophe Petit Tesson)

Esta ronda de conversaciones bilaterales que hoy se consuma en la Moncloa es otra maniobra de distracción, todavía más torticera que la que protagonizaron como víctimas los presidentes autonómicos del PP hace unos meses. El mismo hecho de citar a los representantes de los grupos parlamentarios en la Moncloa es inaceptable porque proyecta una imagen, no solo de falsa superioridad jerárquica, sino también de sumisión.

Es asimismo inaceptable que la Moncloa haya dejado claro con el mayor descaro que Sánchez no someterá al Congreso ninguna decisión que tenga que ver con el incremento de los gastos en defensa. Por fin, no es en absoluto asumible que se atienda esta convocatoria por el PP sin que el Gobierno haya mostrado la más mínima intención de presentar los Presupuestos Generales del Estado, en franca violación del mandato constitucional de hacerlo anualmente.

La legitimidad parlamentaria del sistema, en quiebra

Este tipo de rondas oscurece la percepción, que debería ser vivísima, de que el nuestro es un régimen parlamentario (ya en quiebra) y que el presidente del Gobierno es elegido por el Congreso, no directamente por el cuerpo electoral. Sánchez se debe al control de la Cámara baja, a la que elude con una catarata de decretos leyes y a la que regatea tanto cuanto puede (y puede mucho con la connivencia de sus socios), y obvia directamente al Senado, a cuyo control no se somete desde hace un año. Sánchez se jactó de gobernar (si eso que hace es gobernar) sin el poder legislativo y parece conseguirlo impunemente.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Europa Press/Gustavo Valiente) Opinión

¿Cuestiones de Estado? Apelar a ellas no tiene otro propósito que inquietar la conciencia de los dirigentes del PP. Cuestiones de Estado fueron todas estas: el indulto a los sediciosos de Cataluña en 2017, la supresión del tipo penal por el que fueron condenados (la sedición), la ley orgánica de la amnistía, los pactos con Junts y ERC para la financiación singular de Cataluña en forma de concierto económico, la condonación de la deuda a esa comunidad así como la delegación de las competencias de inmigración a la Generalitat, además de otras que afectan al ejercicio de la acción penal y las varias reformas, consumadas, o en trámite, de la ley orgánica del Poder Judicial. Y en el ámbito internacional, la alteración clandestina de la posición de España respecto de Sáhara Occidental en beneficio de las tesis de Marruecos, el reconocimiento gubernamental del fantasmal Estado palestino, o la congelación de relaciones con Israel y Argentina.

Legislatura agónica y a las urnas

Todas las listadas, y otras, eran y son cuestiones de Estado que se aprobaron contra la oposición que representa a los marginados por el ‘muro’ de Sánchez, que se ha ido erigiendo, ladrillo a ladrillo, desde que lo anunciase en el debate de su investidura. ¿Por qué buena razón tendría el PP, primero, que acudir a la Moncloa, y después, aceptar una negociación sobre el incremento de los gastos en defensa que, seguramente, no pasarán por el Congreso? Ninguna. ¿De verdad quiere Sánchez un acuerdo o pretende una mera puesta en escena? Lo segundo, pero en absoluto lo primero. Si el Gobierno necesita a la oposición, al Partido Popular, es que la legislatura no es viable, está agónica y hay que convocar elecciones. Y esa debe ser la única exigencia de Feijóo: no es no, portazo y que hablen las urnas en vez de perder el tiempo con estos rigodones en la Moncloa.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en una acto del PSOE en La Rioja. (Europa Press)

¿Que el momento es crítico y, por lo tanto, inconveniente para convocar comicios? Vamos, vamos. No tanto. En Alemania se han celebrado unas elecciones legislativas en plena crisis geoestratégica (el 23 de febrero pasado), en Canadá, acosada por Trump, se ha cambiado sobre la marcha el primer ministro: de Justin Trudeau a Mark Carney, y en Portugal habrá elecciones en mayo. Y si esas democracias pueden regenerarse en plena crisis geoestratégica, ¿por qué no la nuestra? Por una sencilla razón: Pedro Sánchez es un autócrata de libro y, además, es rehén de sus supuestos socios a los que compra su estancia en el poder cuando no puede engañarlos, lo que hace con frecuencia.

El PP debió dar un portazo y no acudir hoy a la Moncloa. Le bastaba citar a Sánchez en el Congreso para darle institucionalmente la negativa, instarle a que presente los Presupuestos ya y, si no lo hace, que disuelva las Cortes y convoque elecciones. Cuando el destructor del sistema apela a la lealtad para neutralizar a la oposición y destrozar las instituciones hay que ser fiel con el compromiso constitucional de nuestro régimen parlamentario, incompatible con un Sánchez desbordado e iliberal y un Gobierno inerte.

Núñez Feijóo y, en general, los dirigentes del PP son tipos templados y sensatos. Operan con una lógica, sin embargo, que ya no rige. Es la de la transición, según la cual la consideración de partido de Estado condicionaba las decisiones estratégicas. Hasta que llegó Zapatero al poder (2004), y con alguna deriva previa de Aznar, el PSOE también estaba persuadido de esa condición de partido sistémico y de Estado. Pero aquel marco de referencias ha caducado. Con Pedro Sánchez, el socialismo se ha deslizado hacia el populismo izquierdista. Sin embargo, sigue utilizando la trampa de apelar a las ‘cuestiones de Estado’ para que los populares le rescaten de las sentencias condenatorias de sus inclementes socios y culparles de sus fracasos si no lo hacen. Ocurre de nuevo ahora. Y es el momento de recordar que Feijóo advirtió a Sánchez: “Cuando le fallen sus socios, no me llame”. Pero el presidente del PP estará hoy en el Mar-a-Lago de Sánchez, la Moncloa.

Alberto Núñez Feijóo Partido Popular (PP) Pedro Sánchez
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