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Sánchez deroga el sanchismo
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Marta García Aller

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Sánchez deroga el sanchismo

No hay nada más sanchista que el espíritu de la remontada del 'Manual de resistencia', y ese fue el hechizo que se desvaneció la noche del debate

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, antes del cara a cara con Alberto Núñez Feijóo. (Reuters/Juan Medina)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, antes del cara a cara con Alberto Núñez Feijóo. (Reuters/Juan Medina)
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Hubo un instante al inicio del debate de Atresmedia en que el cara a cara entre Sánchez y Feijóo parecía que iba a recordar al episodio del último debate presidencial de El Ala Oeste de la Casa Blanca. En la serie de Sorkin, ambos candidatos, a propuesta del republicano, que interpreta Alan Alda, acuerdan hablar sin corsés, con total libertad para interpelarse y hablar libremente de las cosas que interesan a los ciudadanos al margen del moderador. El resultado en la serie es un foro abierto en el que los candidatos debaten sobre sus posturas en energía nuclear, sistema sanitario, inmigración, empleo, etc. Ambos personajes escuchan atentamente a su oponente e intentan rebatirle con los mejores argumentos que se esperan de su ideología. Es un debate ideal, de esos que hacen amar la política. Lo que pasó la noche del lunes en el debate de Atresmedia fue lo mismo, pero al revés. Ni escucharse, ni explicar, ni proponer nada. Feijóo y Sánchez debatieron con total libertad, pero el resultado fue una sucesión de reproches atropellados que casi no se entendían.

Eso no quiere decir que no hubiera un ganador claro y un par de perdedores. El ganador fue Feijóo, que no era un personaje de Aaron Sorkin sino de El buscavidas. El candidato del PP llevaba semanas bajando mucho las expectativas de sus habilidades, haciendo que pareciera que no se le daba bien y debatía a regañadientes. Ganó la partida como un jugador de billar que finge no tener mucha idea hasta que se han confiado los que hacen las apuestas y al empezar a jugar se descubre que no es amateur sino profesional. Empezó a disfrutar nada más echar a rodar la bola y no paró de pasárselo bien hasta que llegó a Génova a darse un baño de masas afines como si acabara de ganar las elecciones.

Foto: Los candidatos a la presidencia del Gobierno, el socialista Pedro Sánchez (primer plano) y el popular Alberto Núñez Feijóo (detrás). (EFE/Juanjo Martín)

Ante un aspirante tan seguro de sí mismo, el presidente del Gobierno perdió la oportunidad de remontar. O de que parezca verosímil que todavía esté a tiempo de lograrlo. Perdió además la oportunidad de refutar los datos equívocos que echaba a rodar su rival, como si hubiera subestimado tanto a su rival que no se hubiera preparado para una buena réplica. Sánchez perdió también los nervios y los papeles. Interrumpía todo el rato, pero sin terminar ninguna frase. Estuvo más tenso y agresivo de lo que le hemos visto en toda la campaña, cuando estaba en racha pavoneándose de plató en plató y todavía le funcionaba su estrategia de campaña de desmontar el antisanchismo.

Pero una vez que a Sánchez le falló esa abrumadora seguridad en sí mismo, lo que terminó derogando él solito fue el sanchismo. No hay nada más sanchista que el espíritu de la remontada del Manual de resistencia, y ese fue el hechizo que se desvaneció la noche del debate.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, antes del debate. (Reuters/Juan Medina) Opinión
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Fue Sánchez el que habló de Bildu, del Falcon y hasta nombró a ETA en el minuto de oro. Hizo un incomprensible esfuerzo por utilizar todos los temas que hacían a Feijóo sentirse aún más cómodo y desaprovechó la oportunidad de contrarrestar las mentiras y medias verdades de su oponente con una defensa contundente de sus políticas sociales. Y tanta agresividad y tan poco temple no le ayudaron a parecer ya no el próximo presidente, a ratos no parecía ni el de ahora ni mucho menos el de la semana pasada en Ana Rosa.

Como en el debate de El Ala Oeste, Sánchez y Feijóo podían decir lo que quisieran. Había cinco bloques y los moderadores les dieron libertad para disertar, proponer y rebatirse. Pero en seguida el cara a cara se convirtió en un echarse en cara mentiras y reproches. No hubo propuestas, no hubo intercambio de ideas. No hubo una discusión sobre pensiones, como no la hubo sobre reformas del mercado de trabajo ni de qué hacer frente al cambio climático. No se acordaron de los jóvenes ni de la cultura.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, antes del debate. (Reuters/Juan Medina) Opinión
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De ahí que, además del ganador y perdedor que vimos en el plató 14 de Atresmedia, pueda haber otro perdedor y otro ganador del debate. Los errores de Sánchez pueden darle a Yolanda Díaz una oportunidad de repescar los desilusionados de la izquierda que ya no se ven tan presionados por el voto útil y prefieren sus mensajes en positivo.

En la derecha, pasa lo contrario. Feijóo se mostró tan contundente en el debate que tras semanas de titubeos en los pactos con Vox, su aplomo vuelve a impulsar el voto útil. Es decir, que Sánchez lo hiciera tan mal, puede darle votos a Sumar, que Feijóo lo hiciera bien, le quita votos a Vox. Un Feijóo fuerte desdibuja la necesidad de Abascal para derogar el sanchismo. Es más, como Sánchez siga tan flojo, se basta él solito para terminar de derogarse a sí mismo.

Hubo un instante al inicio del debate de Atresmedia en que el cara a cara entre Sánchez y Feijóo parecía que iba a recordar al episodio del último debate presidencial de El Ala Oeste de la Casa Blanca. En la serie de Sorkin, ambos candidatos, a propuesta del republicano, que interpreta Alan Alda, acuerdan hablar sin corsés, con total libertad para interpelarse y hablar libremente de las cosas que interesan a los ciudadanos al margen del moderador. El resultado en la serie es un foro abierto en el que los candidatos debaten sobre sus posturas en energía nuclear, sistema sanitario, inmigración, empleo, etc. Ambos personajes escuchan atentamente a su oponente e intentan rebatirle con los mejores argumentos que se esperan de su ideología. Es un debate ideal, de esos que hacen amar la política. Lo que pasó la noche del lunes en el debate de Atresmedia fue lo mismo, pero al revés. Ni escucharse, ni explicar, ni proponer nada. Feijóo y Sánchez debatieron con total libertad, pero el resultado fue una sucesión de reproches atropellados que casi no se entendían.

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