Los lirios de Astarté
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Ruiz del Peral: el canto de cisne del barroco granadino
La cultura interesa. La magnífica exposición Torcuato Ruiz del Peral, en el Museo de Bellas Artes de Granada, se ha extendido hasta el 2 de febrero. Por ella han pasado ya cerca de 60.000 personas
Como un regalo de Reyes que se extiende en el tiempo, inauguramos el año con la ampliación hasta el próximo 2 de febrero de la magnífica exposición Torcuato Ruiz del Peral. El otoño del Barroco que se está celebrando en el Museo de Bellas Artes de Granada y por la que ya han pasado cerca de 60.000 personas desde que se inaugurara el pasado mes de septiembre.
Y es que la cultura interesa. En los tiempos que corren, tiempos en los que lamentablemente hay quienes defienden la supresión de las Humanidades de los estudios universitarios (lo que nos faltaba en un mundo cada vez más deshumanizado), que se amplíen exposiciones es una buena noticia. En el momento que escribo estas líneas, he trazado en mi cabeza los 250 kilómetros que me separan de Granada y que pienso recorrer en coche para no dejar pasar la oportunidad de tener una cita con el último gran maestro del barroco granadino.
Ya traje al maestro de Exfiliana a este blog en el texto sobre la hermosísima catedral de Guadix, ya que él era el autor de la extraordinaria sillería de coro, a la sazón su obra maestra, destruida durante el asalto de 1936.
Torcuato Ruiz del Peral (Exfiliana 1708- Granada 1773), quizás para el público general fuera del ámbito local granadino sea un artista relegado a la sombra del omnipresente Cano y los siempre influyentes hermanos Mora o Pedro de Mena. De hecho, grande es la influencia de todos ellos en la obra del escultor exfilianero.
Ruiz del Peral se formó en el taller de Diego de Mora (1658-1729) al que llegó con 16 años. Hacía cuatro años que había muerto José de Mora, escultor del rey, y su legado fue recogido por su hermano Diego, que supo perpetuarlo a través de la influencia ejercida sobre los alumnos de su obrador, entre los que destacaba por encima de todos Ruiz del Peral. José, Diego, Torcuato, y por encima de todos ellos, la sombra alargada de Alonso Cano.
Aunque les separaba una centuria, la influencia de Alonso Cano en la obra de Torcuato Ruiz del Peral es notable, siguiendo las estéticas de la imaginería granadina que Cano estableció. Podemos apreciarlo en la elegancia y proporción de las imágenes con tendencia fusiforme, esa forma de huso tan canesca y, sin duda, en el aura poético de sus obras que difumina la línea que las separa del naturalismo, como algunas de sus Inmaculadas o Vírgenes Dolorosas. Ruiz del Peral adoptó esta búsqueda de la belleza formal en sus esculturas, pero en un estilo más característico del Barroco tardío. Aunque desarrolló un estilo más expresivo, conservó de la tradición de Cano cierta moderación en la expresión dramática.
A pesar de la indudable influencia, Ruiz del Peral creó un estilo propio que es diferente en muchos aspectos al de Cano: más dramático, sus obras suelen ser más expresivas y dramáticas, desarrollando un agudo realismo para representar las emociones, revelándose como un grandísimo intérprete de los temas relacionados con el dolor y la muerte. La influencia de Alonso Cano en Torcuato Ruiz del Peral le proporciona una sólida columna vertebral sobre la que este levantó su estilo. Mientras que Cano sentó las bases estéticas de la escultura barroca granadina, Ruiz del Peral las moldeó y transformó para responder a la conciencia estética de su tiempo, con lo que marcó la transición entre el Barroco pleno al Barroco tardío y al Rococó en Granada.
Entre las obras expuestas en el Palacio de Carlos V para contextualizar la producción de Ruiz del Peral, nos encontramos la imponente Virgen de la Merced de la iglesia de San Ildefonso o la imagen de San José de la parroquia de la Magdalena, ambas obras de su maestro, Diego de Mora. Diego siempre estuvo ensombrecido por la figura de su hermano José, escultor real, alumno de Cano, ejecutor de unos modelos iconográficos cargados de gran fuerza expresiva y verdad plástica. Su estilo se caracteriza por una mayor dulzura y delicadeza en el tratamiento de las figuras, un modelado anatómico más blando, en definitiva, una visión más sencilla de la realidad que la de su hermano. Que Ruiz del Peral se formara en el obrador de los Mora, además de proporcionarle una sólida formación técnica, le puso en contacto con unos modelos formales de gran éxito en la imaginería granadina.
A partir de la influencia de su maestro, Ruiz del Peral desarrolló un acento propio caracterizado por un mayor realismo y una mayor expresividad, algo que estaba en consonancia con la utilización de la imagen religiosa como instrumentos de evangelización, sabiendo dotar a sus imágenes del componente sentimental necesario para conectar y conmover a los fieles. Prueba de ello es la emoción inevitable al contemplar una de sus obras cumbres, también presente en la exposición, como es el San José de la parroquia granadina del mismo nombre. Obra perteneciente a su etapa de madurez artística, es excepcional, se mire por donde se mire. Aunque en el tratamiento anatómico del santo patriarca vemos la huella de los Mora, Ruiz del Peral sabe dotarlo de estilo propio, enfatizando el carácter barroquizante en el tratamiento del cabello y aumentando la expresividad con el valiente uso de la policromía.
Porque si por algo destaca el artista, además del dominio técnico y su personal interpretación de los modelos de Cano, Mena y Mora, es por el magistral uso de la policromía, suponiendo una cima en el barroco español. Mucha culpa de ello la tuvo el pintor Benito Rodríguez Blanes, seguidor de José de Risueño, con quien Ruiz del Peral completaría su formación al fallecer su maestro Diego. Este brillante dominio de la policromía podemos apreciarlo en las imágenes de los mártires Santos Justo y Pastor, vestidos a la moda dieciochesca.
La Virgen de la Humildad aparece en la exposición como el mejor ejemplo del modelo de Virgen Dolorosa sentada sobre una roca que estableció el escultor, siendo esta de la Humildad su más hermosa y libre interpretación de este tema.
También ha servido la muestra para sumar nuevas obras a su producción, como la de la imagen del San Francisco de Asís de la parroquia de Ntra. Sra. de la Asunción (La Zubia), que nos habla de la pervivencia de las imágenes de santos, instrumentos también al servicio de los dictados de la Contrarreforma vigentes en el siglo XVIII, que se tradujo en numerosos encargos realizado por Ruiz del Peral para distintas órdenes religiosas e instituciones eclesiásticas.
La capacidad creadora de Ruiz del Peral, la forma en que supo recoger la tradición escultórica de Cano y la influencia directa de los hermanos Mora y reinterpretarlo todo desde un estilo personal, le supuso alcanzar una posición de preeminencia y liderazgo durante cuatro décadas en el ambiente artístico de Granada, en un siglo que se estrenó con la llegada de los aires academicistas franceses de la mano de la nueva monarquía borbónica.
Han pasado 250 años desde que el maestro soltara definitivamente la gubia y el pincel. Tenemos hasta el 2 de febrero para escuchar el más bello canto de cisne del barroco granadino.
Como un regalo de Reyes que se extiende en el tiempo, inauguramos el año con la ampliación hasta el próximo 2 de febrero de la magnífica exposición Torcuato Ruiz del Peral. El otoño del Barroco que se está celebrando en el Museo de Bellas Artes de Granada y por la que ya han pasado cerca de 60.000 personas desde que se inaugurara el pasado mes de septiembre.
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