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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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Estamos viviendo una campaña electoral virtual

Lo más alucinante de la campaña electoral sanchista es la distancia fantástica que guarda con España. Está completamente desprovista de raigambre en la realidad y voluntad de progreso

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Cabalar)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Cabalar)
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"Todo lo que escuchamos es una opinión, no un hecho.

Todo lo que vemos es una perspectiva, no la verdad".

Marco Aurelio

Faltan 26 jornadas para las urnas, llevamos sobre las espaldas meses y meses de precampaña electoral, y no hace más que acrecentárseme la impresión de disociación entre el discurso político y la realidad. Ninguna de las urgencias que nos aprietan y ninguno de los retos que nos agarrotan están presentes en el debate público actual.

El poder, ayuno de un proyecto de país y aquejado por la división interna, ha asumido su impotencia con todas las consecuencias. Al no poder operar sobre los hechos, se mudó a la representación sin más intención que la de sobrevivir.

Hoy la propaganda está donde debería estar la política, la polarización donde la convivencia y el sentimentalismo donde la racionalidad. Estamos de populismo hasta las trancas, y la campaña sanchista lo refleja con plena intensidad.

Foto: Los ministros reunidos en Consejo. (EFE/Fernando Calvo)

El tiempo del país entero se ha convertido en materia de contienda que se aplica de manera selectiva. El pasado inmediato no existe: Sánchez nunca mintió al decirle a los votantes que con Iglesias jamás y nunca hubo un golpe en Cataluña. Sin embargo, lo más alejado y pretérito, las líneas de tensión que nuestros padres y abuelos sí supieron superar son ahora estresadas, se devuelven al primer plano para que funcionen como combustible emocional, como si no hubiese ninguna urgencia.

El presente ha dejado de contar, de ser cuantificable, para convertirse en un cuento. El apagón estadístico se ejecuta sobre instituciones públicas como el CIS o el INE, las cifras del empleo se maquillan, las presiones a los medios no llegan nunca al tope de la curva. La inflación se extrae de la deliberación pública aunque siga enquistada en todos los hogares.

En todo este siglo, nunca han sido tantas las familias que no podían permitirse una temperatura en casa. Frío en invierno y calor en verano para casi una de cada cinco casas. ¿Cuántos niños? Y tampoco han sido tantos los hogares que no pueden permitirse una comida de carne o pescado al menos cada dos días. Una de cada 20 familias, una barbaridad. ¿Cuántos hijos?

Foto: El precio de los hoteles se disparó en 2022. (Reuters/Nacho Doce)

Pero, si la vida no te sonríe, recuerda que solo puede ser culpa tuya. La responsabilidad política no existe. La verdad es que nos va bien, nos va mejor que nunca, crecemos y crecemos como nadie aunque sigamos por detrás de la pandemia y los demás no. El milagro español es la pesadilla de la clase media española, ahora en peligro de extinción.

El futuro se ha evaporado del discurso político español sin que nos diésemos ni cuenta. La oferta política de las fuerzas progresistas ha dejado de ser el progreso.

Por un lado, va la burla. Se nos sueltan los anuncios electorales como si diese igual que fuesen o no fuesen creíbles o verosímiles. 20.000 viviendas un día. 90.000 otro. Y 180.000. El límite no es el suelo sino el cielo. Ya no hay pudor para reírse de la inteligencia del compatriota.

Foto: El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, el pasado fin de semana. (EFE/Kai Forsterling)

El nuevo pilar del bienestar será la vivienda, dicen. Lo dicen como si los anteriores brillasen en su esplendor. No se abre el debate sobre las pensiones mientras los abuelos reciben el triple de ingresos que los nietos.

No se habla de sanidad, con 17 sistemas en lugar de uno y todo el mundo encabronado, porque resulta que para eso hace falta pactar y lo suyo es confrontar. ¿La educación y la cultura? Ni se mencionan. ¿La justicia? Solo si hay movilización social. Sigue la burla.

Y, por el otro lado, llega la ideología. La lenta conversión del ciudadano en un ente pasivo, entubado económicamente a la subvención mientras las deudas del país se acumulan. En España, con Sánchez en el Gobierno, el populismo se ha convertido en la avanzadilla del neocomunismo.

Foto: Sánchez en la reunión del Consejo Político Federal del PSOE. (EFE/Javier Belver) Opinión
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La paranoia circula por la vida política. Los intelectuales que piensan distinto son sospechosos. A los empresarios hay que restringirles la seguridad jurídica. A los autónomos hay que oprimirles porque son los Épsilon de este 1984. El civismo y el esfuerzo, la solidaridad, las antiguas unidades de medida de la democracia, han perdido su valor y ahora manda una superioridad moral fingida, autoimpuesta y deshumanizadora.

La izquierda, que durante generaciones y con acierto reunió a todos los movimientos de liberación, se ha convertido bajo el sanchismo en un agente del puritanismo.

Hoy la libertad individual no está bien vista por el poder político. Nos quieren uniformados hasta en el sexo, con el manual de instrucciones que impone Pam. Nada, ni siquiera Tinder, la más adulta de las redes sociales, puede parecerse a un espacio que remotamente permita el libre albedrío.

Foto:  La candidata de Más Madrid a la Presidencia de la Comunidad, Mónica García. (EFE/Borja Sánchez Trillo)

El tiempo y el espacio han dejado de ser de todos. A los nacionalistas catalanes se les regala la reforma de la sedición y la malversación, al tiempo en que se acusa al Gobierno madrileño de insumisión.

La sequía no existe en el desierto de la actualidad política. Se puede hablar de cambio climático siempre que sea para estigmatizar al adversario, no para afrontar la delicada misión de nuestro tiempo: encarar el calentamiento sin desproteger a los trabajadores. Una labor para la que hace falta más talento y menos maniqueísmo.

Lo más alucinante de la campaña electoral sanchista es la distancia fantástica que guarda con España. Está completamente desprovista de raigambre en la realidad y voluntad de progreso. Todo es virtual, pero de una pobreza creativa que hiere la sensibilidad.

Foto: Pedro Sánchez, el pasado diciembre en Doñana. (EFE)

La formulación de opiniones está sustituyendo a la exposición de los hechos. Son opiniones ajadas y poco trabajadas, cutres y previsibles, henchidas de tópicos caducados, que demonizan al contrario, promueven el odio y el miedo como últimos resortes de la decisión de voto.

La perspectiva proyectada desde el poder refleja una imaginería completamente artificial y contraria a la verdad. Un presidente que no puede salir a la calle, agorafóbico, proyectado en todas las pantallas con vídeos tan groseramente preparados como los de Franco pescando atunes.

Queda otra campaña después de esta, puede que la final. Quien sustituya a Sánchez al frente del PSOE, sea cuando sea, tendrá ante sí una tarea descomunal.

"Todo lo que escuchamos es una opinión, no un hecho.

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