Crónicas desde el frente viral
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El PSOE tiene un problema de guion
Pueden comprar voluntades y podrán comprar talento, pero seguirán sin poder poner en pie un discurso
Comienzan a publicarse los primeros sondeos que reflejan un nuevo ensanchamiento de la distancia demoscópica entre populares y socialistas. Irá a más. Crecerá porque los de Sánchez se han quedado sin discurso. No tienen más mensaje que el voluntarismo, ni más recurso que el del pensamiento mágico.
Sostener que la legislatura será larga cuando la duración no depende de uno, y que –“ojo cuidao, el PSOE es mucho PSOE” no parece ser andamiaje suficiente para mantener un producto político en crisis.
Ya no ayuda ni la coyuntura. Este mismo fin de semana, ha caído el Gobierno de Portugal, la gran referencia del sanchismo. Y los socialistas lusos, pese a quedar segundos por pocos escaños, han ofrecido su respaldo para que los conservadores no tengan que pactar con la extrema derecha. Patriotismo constitucional elemental.
Ese pacto portugués, que ha surgido con una naturalidad inmediata, se parece mucho a lo que Feijóo le planteó a Sánchez en el debate. Aquí no se puede, pero allí sí. Nuestros vecinos pueden tener lo que no tenemos nosotros. Y no hay político ni tertuliano sanchista que pueda explicarnos el motivo.
Así es como vienen agotándose los argumentos. Y detrás de ellos van las cifras. El problema no está en los números, está en el verbo.
Parte de la brecha creciente que empieza a apreciarse en las encuestas se explica por el resultado de las elecciones gallegas. Hay precedentes. Ocurrió tras las urnas andaluzas y madrileñas, por ejemplo. Está comprobado que los buenos resultados electorales le generan al PP una hinchazón demoscópica que dura entre tres y cuatro meses hasta que desciende al nuevo nivel.
Conviene precisar, sin embargo, que los sondeos todavía no empiezan a reflejar el desgaste que la corrupción está provocando en los socialistas. Y tampoco, por cierto, el malestar social provocado por la amnistía que nunca ocurriría. Los datos posteriores a Semana Santa ya serán más sólidos. Será entonces cuando podremos comprobar el daño sobre la marca y el líder tras haber perdido con tanto estrépito el atributo de la limpieza, y los últimos jirones de credibilidad política.
Para ese momento, la campaña electoral vasca ya estará insertada en el primer plano de la actualidad. Y en la Moncloa, que es donde ahora se cocinan las campañas, seguirán sin guion.
Los publicistas emplean el término reasson why que siempre sirve para compactar el mensaje con el que se compite en el mercado. ¿Qué motivo tienen los socialistas vascos para pedir a los ciudadanos vascos que depositen la confianza en sus siglas?
Puede anticiparse que el PNV pedirá el voto por la continuidad y la estabilidad, que Bildu lo hará para dar un paso al frente. Puede verse que el PP lo tendrá fácil. Incluso Vox, que tan de capa caída está, podría tratar de evocar alguna emoción. Pero la razón de voto al PSE es un enigma hoy y lo seguirá siendo el próximo 21 de abril, que es cuando se vota.
Habrá que ver lo que ocurre entonces. De momento, observado el patio y sabiendo que aquel territorio se rige por su propio clima, no está cerrada la opción de que socialistas y populares terminen prácticamente empatados. Ese escenario no sería muy relevante para la formación de aquel gobierno, no sería inocuo a escala nacional, y no sería indoloro para el torturado estado de ánimo que aqueja al PSOE.
Apuntemos, en el margen de la línea de tiempo que tratamos de desplegar, la publicación de novedades respecto a la corrupción. Y anotemos también la erosión en la opinión pública propiciada por cada negociación parlamentaria. El descrédito si no hay presupuestos, o el enfado por el crecimiento de la desigualdad entre españoles si los hay.
Y pongamos la vista en la cita que va inmediatamente después: elecciones europeas. Es cierto que los populares pueden volver a sufrir un problema con la gestión de sus expectativas que seguramente harían bien en reflexionar. Eso depende de ellos mismos. Lo que no depende del PSOE es que Puigdemont sea, como será, el protagonista de toda esa campaña electoral.
Eso está descontado a estas alturas. También que Junts elevará la apuesta, que llenará de sal la herida que se nos dice desinflamada, y que ERC no tendrá más remedio que correr detrás a hacer lo mismo. Cuando eso pase, habrá palabras como “perdón” y “convivencia” que parecerán lo que son, una burla.
¿Qué podría ocurrir, nada más que por poner un ejemplo, si al de Junts se le mete en la cabeza que quiere estar presente de manera telemática en el debate electoral? Por un lado, ya hubo candidatos de otras formaciones que lo hicieron durante la pandemia. Por el otro, los socialistas carecerán de autoridad moral para negar la participación de un delincuente al que no dejan de premiar. Ese pequeño cóctel es letal en términos tácticos y de comunicación: hay precedente y no hay argumentos con los que los socialistas puedan oponerse.
Añadamos un hito más en el calendario, este de carácter eventual. Ya se sabrá quiénes comparecen en la comisión de investigación del Senado sobre el escándalo interminable. Lo seguro es que quienes desfilen hacia el potro de ternura pertenecerán al entorno de Sánchez. Pero abramos la posibilidad de que por alguna de las vías que están destapándose termine abriéndose un proceso judicial. Ojo a eso.
Ojo porque tanto Vox como el PP, personados como parte, podrían llamar a testigos. Supongamos que citan a Sánchez. Tarde o temprano habría sentencia. Y no parece inimaginable que termine habiendo en el texto un par de frases en las que pudiera ponerse en duda la veracidad de las declaraciones formuladas por el testigo señalado.
Cuesta pensar que ese sería un hecho irrelevante, a fin de cuentas, sobre esa misma plantilla se levantó la moción de censura contra Rajoy.
Estas son solo algunas de las variables que pueden darse en el escenario a corto y medio plazo. Probablemente, habrá más: esta es la edad de la incertidumbre y el Ejecutivo está cometiendo errores forzados demasiado claros.
Se da la circunstancia de que el poder político disfruta del mayor respaldo en medios del que ha tenido nunca ningún otro Gobierno español, también de una enorme potencia de fuego en redes sociales. Pueden comprar voluntades y podrán comprar talento, pero seguirán sin poder poner en pie un discurso. Es fácil: sufren un problema de guion porque no tienen razón.
Comienzan a publicarse los primeros sondeos que reflejan un nuevo ensanchamiento de la distancia demoscópica entre populares y socialistas. Irá a más. Crecerá porque los de Sánchez se han quedado sin discurso. No tienen más mensaje que el voluntarismo, ni más recurso que el del pensamiento mágico.
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