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De la fachosfera a prohibir la prostitución: para Sánchez, todo es un truco comunicativo
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Ramón González Férriz

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De la fachosfera a prohibir la prostitución: para Sánchez, todo es un truco comunicativo

El presidente del Gobierno se ha convertido en un maestro a la hora de utilizar esa clase de expresiones e ideas para que impacten en sus votantes y dominen la conversación pública

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Europa Press/Gabriel Luengas)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Europa Press/Gabriel Luengas)
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En abril de 2016, cuando era Director de un pequeño semanario, entrevisté a Pedro Sánchez. Este aún estaba buscando un estilo propio. Y me dio la impresión de que su jefa de gabinete, presente en la conversación, y hoy colega y columnista, le instaba, con la mirada, en determinados momentos, a que pronunciara palabras o frases que habían preparado previamente y que pensaban que podían convertirse en titulares. A Sánchez, le costaba encontrar el momento idóneo para hacerlo y, en ocasiones, metió esas expresiones ya redactadas con calzador.

Ocho años después, Sánchez se ha convertido en un maestro a la hora de utilizar esa clase de expresiones e ideas para que impacten en sus votantes y dominen la conversación pública. Lo hace constantemente. El problema es que lo ha convertido en el centro de su estrategia para esta legislatura.

Todo es un recurso para el momento

Porque Sánchez es hoy una máquina de soltar ideas para ver cómo dominan el ciclo de noticias. A finales de enero, durante una entrevista, el presidente se refirió desdeñosamente a los medios y periodistas de derechas como “fachosfera”. El efecto fue el que cabía esperar: los periódicos partidarios del Gobierno publicaron columnas en las que se afirmaba que la “fachosfera” existía y esa era una expresión adecuada para referirse a los periodistas que se oponen al Gobierno. Los medios críticos publicaron artículos cuyos autores explicaban que se sentían insultados o caricaturizados por esa expresión. El ciclo duró 72 horas. La “fachosfera” fue diluyéndose en el lenguaje presidencial. Hoy es un vago recuerdo.

En la misma entrevista, el presidente apoyó la canción que España mandará a Eurovisión, Zorra, del grupo Nebulossa, frente a las críticas de la derecha. “Yo entiendo que a la fachosfera le hubiera gustado tener el Cara al Sol, pero a mí me gusta más este tipo de canciones”, dijo. Se debatió fieramente sobre la música pop, la censura pasada en TVE, la transexualidad e, incluso, el himno franquista. Ante la sensación de que muchas feministas de izquierdas no estaban cómodas con la letra de la canción, sin embargo, el apoyo del presidente se desvaneció.

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Todas las palabras, todas las posturas, son solo recursos coyunturales. Los medios picamos casi siempre. Tras ellos, el resto de la sociedad

Asuntos más serios

Pero el problema va más allá de las expresiones que debiera evitar un presidente con una sólida noción del fair play. Afecta también a cuestiones mucho más importantes. Por ejemplo, al acceso de los menores a la pornografía. El presidente dijo, también a finales de enero, que “nos enfrentamos a una auténtica epidemia”, sugirió que es importante ponerle fin y anunció la creación de un “comité de expertos”. El debate fue considerable, porque se trata de una cuestión relevante. Pero, de repente, el tema desapareció. Ningún ciudadano común sabe nada de los expertos. Y cuando el Gobierno se reunió a principios de marzo con directivos de las grandes empresas tecnológicas para discutir con ellas la protección de los menores en internet, no hubo ningún representante de la industria del porno. Nadie tiene una solución realista al problema, ni siquiera las big tech como Apple, Microsoft o Google. Pero el Gobierno, que fue incapaz de desarrollar una aplicación para rastrear el covid, se la ha encargado nada menos que a la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre. El tema solo volverá a aparecer si en algún momento resulta útil para motivar a las propias filas y poner en un aprieto a la oposición.

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Algo parecido, me temo, sucederá con la prohibición de la prostitución, otro tema importante. Hace dos semanas, el presidente reconoció en un mitin que era un “compromiso pendiente”, dijo que su partido presentaría una proposición de ley y aprovechó para mencionar, entre medias, a Ayuso. Esa proposición, efectivamente, llegó al Congreso esta semana. Pero como escribió Ignacio S. Calleja en este periódico, lo hizo “plagada de dudas y sin un horizonte claro”. El presidente recuperó el tema —que, insisto, es relevante y discutible, como reflejan las muchas posturas contrapuestas incluso dentro de la izquierda— solo por necesidades comunicativas, no porque sea viable legislativamente. Es probable que si no ve la necesidad de utilizarlo contra el PP o Vox, o para distraernos sobre los casos de corrupción, el presidente vuelve a dejarlo caer. O que lo convierta en un ariete. Todo responde a las necesidades de la estrategia comunicativa.

Trucos de comunicación

Hay más ejemplos. Hace no tanto, era muy bueno tener un mediador internacional en Suiza para hablar con los independentistas; hoy, no sabemos qué ha sido de él. Veremos en qué queda el reconocimiento de Palestina como un Estado, que se ha anunciado para algún momento indeterminado de los tres próximos años. O la reducción de la jornada laboral. Todo son trucos comunicativos. Y todos responden a dos razones.

En primer lugar, tras su duro aprendizaje, el presidente ha entendido perfectamente la lógica que rige a las sociedades dominadas por la comunicación y la polarización. Y domina el arte de soltar titulares y, con ello, controlar la discusión pública. En segundo lugar, Sánchez es perfectamente consciente de que la legislatura actual está, tras la investidura y la amnistía, prácticamente agotada, como contaba ayer Ignacio Varela. No habrá mucha más legislación. Por lo tanto, hay que tensar a los partidarios, e irritar a los adversarios, con anuncios que pueden tener una vida efímera, como muchas de las cosas que he enumerado hasta aquí, o convertirse en un martilleo constante. Nada importa. Todo consiste en meter el mensaje correcto para alimentar la vorágine pública durante 72 horas. Transcurridas estas, ya se nos ocurrirá otra cosa.

En abril de 2016, cuando era Director de un pequeño semanario, entrevisté a Pedro Sánchez. Este aún estaba buscando un estilo propio. Y me dio la impresión de que su jefa de gabinete, presente en la conversación, y hoy colega y columnista, le instaba, con la mirada, en determinados momentos, a que pronunciara palabras o frases que habían preparado previamente y que pensaban que podían convertirse en titulares. A Sánchez, le costaba encontrar el momento idóneo para hacerlo y, en ocasiones, metió esas expresiones ya redactadas con calzador.

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