Es noticia
La legislatura se pudre a cámara rápida
  1. España
  2. Una Cierta Mirada
Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

Por

La legislatura se pudre a cámara rápida

Lo que se esperaba que sucediera a cámara lenta, a lo largo del año 24 y parte del 25, va a ocurrir a cámara superrápida: el colapso visible de una legislatura inviable desde su nacimiento

Foto: La portavoz de Junts en el Congreso, Míriam Nogueras (1d), aplaude tras quedar aprobada la ley de amnistía. (Europa Press/Alejandro Martínez Vélez)
La portavoz de Junts en el Congreso, Míriam Nogueras (1d), aplaude tras quedar aprobada la ley de amnistía. (Europa Press/Alejandro Martínez Vélez)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

El Congreso aprobó ayer la ley de amnistía con 178 votos favorables y 172 contrarios. 51% frente a 49%. Dentro de dos meses, la ley se votará en el Senado con un resultado probable de 116 votos a favor y 150 en contra. El texto recibirá el apoyo de 294 y el rechazo de 322 de los 616 parlamentarios que componen las Cortes Generales: en total, 52% en contra y 48% a favor.

Como no desconozco ni desprecio la Constitución española (lo que sí hizo con avezada desvergüenza el ministro de Justicia, Relaciones con las Cortes y Presidencia cuando afirmó en Onda Cero que “la soberanía nacional reside en el Congreso de los Diputados”), soy consciente de que, finalmente, la ley se aprobará y se publicará en el BOE —lo que no significa que se aplique sin más, porque aún queda mucha tela que cortar en la justicia española y europea—. Expongo las cifras únicamente porque muestran la vocación fraccional y confrontativa de una ley que nació de y para la discordia y cuya única funcionalidad es servir como pago mercenario de siete votos en la investidura de Pedro Sánchez.

Un cisma político y social, un choque masivo entre instituciones del Estado y una quiebra de la letra y el espíritu de la Constitución se me hace un precio abusivo por el alquiler de un sillón y un colchón en la Moncloa durante una temporada de duración incierta. El metro cuadrado en Montecarlo, que es el más caro del mundo, resulta una ganga en comparación con este negocio políticamente ruinoso no solo para el interés nacional, sino para el del propio usuario del local.

Desearía con el alma que fuera cierto algo de la panoplia de embustes que ha desplegado el aparato de propaganda gubernamental para vender plomo corroído como si fuera oro. Ojalá esta amnistía reforzara la convivencia y no la deteriorara aún más. Ojalá las fuerzas secesionistas y destituyentes aceptaran el marco constitucional, colaboraran de buena fe al progreso de España y adquirieran milagrosamente la lealtad y la solidaridad que no existen en su código genético.

Foto: Carles Puigdemont, en un acto del Consejo de la República. (EFE/David Borrat) Opinión
TE PUEDE INTERESAR
La "ejemplar" amnistía y la degradación del Derecho
Gonzalo Quintero Olivares

Ojalá España dispusiera de un Gobierno responsable y estable, respaldado por una mayoría parlamentaria sólida, solvente y de fiar, dialogante con la oposición, amante del Estado de derecho y con un horizonte temporal despejado para desarrollar un programa que atendiera a algo más que a su propia supervivencia. Ojalá tuviéramos un presidente adicto a la verdad y dispuesto a hacer de la virtud, necesidad. Ojalá la vergonzante amnistía garantizara al menos la aprobación de los presupuestos y una estabilidad política productiva para un par de años, como creyeron -o quisieron hacer creer- los propagandistas del régimen.

(Por cierto, presentar los presupuestos en las Cortes es tan obligatorio constitucionalmente como renovar el Consejo General del Poder Judicial. Ni una cosa ni la otra son optativas).

El supuesto espíritu conciliador queda desmentido en cuanto se enciende el televisor un miércoles por la mañana y se escucha el sonido horrísono de los navajazos a la barriga, un arte dialéctico en el que Sánchez brilla como ninguno. Y la buena fe de sus socios y compinches se desvanece en cuanto abren la boca y, ellos sí, cuentan la verdad de sus intenciones.

Mala suerte que la amnistía se votara precisamente ayer, cuando ya se había destapado el pastel de las elecciones catalanas para el 12 de mayo. Si hubiera ocurrido un par de días antes, el resultado de la votación habría desatado una explosión de júbilo en las filas de la mayoría sanchista.

Ciertamente, los diputados separatistas, vencedores indiscutibles del envite, lo celebraron con esa jactancia que muestran desde que Sánchez les entregó la vara de mando a cambio de sus votos. Pero en los rostros de los diputados del PSOE y de Sumar se notó algo más que recelo: se vio aparecer el miedo. Los más avisados de entre ellos no podían ocultar la sospecha de que, tras tanta fatiga por defender lo indefendible, han hecho el canelo. Vaya, que los nacionalistas han vuelto a timar a la izquierda española, como vienen haciendo invariablemente desde tiempo inmemorial (Zarzalejos lo relató ayer en una columna insuperable).

Foto: El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, durante el anuncio del adelanto electoral. (EFE/Quique García)

Nunca fue buen negocio para un gobernante español ponerse en manos de los nacionalistas. Mayormente, porque es archiconocido que les importa un carajo no solo la nación de todos, sino su propia nación: lo único que les interesa es mandar en ella, y por esa causa se disponen a destriparse entre sí en dos batallas consecutivas: el 21 de abril en el País Vasco (Bildu contra PNV) y el 12 de mayo en Cataluña (ERC contra Junts). Tras esas dos balaceras y las europeas de junio, la mayoría sanchista estará hecha unos zorros.

Al fin y al cabo, si los nacionalistas traicionaron a la República en plena guerra contra el fascismo, a Felipe González (Arzalluz y después Pujol), a Zapatero (Ibarretxe) y a Rajoy (Ortuzar), ¿qué clase de arrogancia adanista condujo a Sánchez a imaginar que puede fiarse de tipos tan patibularios como Otegi, Puigdemont o Junqueras por el hecho de parecerse a ellos?

Por si algo faltara, el culebrón catalán ha terminado de descubrir al mundo que Sumar y su presunta lideresa tienen la consistencia política de una avioneta de papel. Los comunes, supuestamente integrados en Sumar, se cargan el presupuesto que Illa había negociado con Aragonés, regalan a este el pretexto que necesitaba para precipitar sus elecciones antes de que Puigdemont desfile por la Diagonal aclamado por la multitud, y Yolanda Díaz se entera por la prensa. Al menos Pablo Iglesias mandaba en su partido

Foto: El expresident de la Generalitat, Carles Puigdemont, durante un acto político en Francia. (Europa Press/Glòria Sánchez)

De repente, resulta que la legislatura entera se va a jugar en esta primavera, y no solo por la sucesión de tres elecciones consecutivas en las que Sánchez no tiene nada que ganar (si el PSC pierde, malo; si gana y hay que montar una investidura para Illa eligiendo cono aparcero a un partido independentista —lo que supone excluir al otro—, mucho peor).

El calendario electoral de la primavera se hace infernal al coincidir en el tiempo con los otros quilombos que esperan a la vuelta de la esquina:

Por un lado, la batalla político-judicial que seguirá a la votación de la amnistía en el Congreso (dos meses de pirotecnia sulfúrica en el Senado, los recursos ante el Tribunal Constitucional, la entrada en acción de los tribunales afectados y las seguras cuestiones prejudiciales, las cuestiones prejudiciales ante el Tribunal de Luxemburgo, el mal trago de explicar en Bruselas que se ha cortocircuitado la investigación sobre las conspiraciones de Putin en España…).

Foto: El líder del PSC, Salvador Illa, en el Parlament durante el debate de Presupuestos. (EFE/Quique García)

Por otro, el desarrollo, crecimiento y futuras explosiones mediáticas —y quizá judiciales— del escándalo sobre la trama de corrupción de la que Koldo y Ábalos parecen ser tan solo la punta de un iceberg tan mortífero como el que hundió al Titanic. Los senadores del PP tendrán gran interés, por ejemplo, en que el presidente y el expresidente les expliquen personalmente qué diablos hizo el famoso Falcon efectuando hasta 50 vuelos a la República Dominicana sin que nadie del Gobierno, que se sepa, viajara oficialmente en el avión. O qué contenía el copiosísimo equipaje que descargó en Barajas la vicepresidenta de Maduro ante el comité de bienvenida encabezado por el ministro español de Transportes y su chófer. Por no hablar de las cosas de familia. Sin duda, todo eso jalonará las sucesivas campañas electorales.

Lo que se esperaba que sucediera a cámara lenta, a lo largo del año 24 y parte del 25, va a ocurrir a cámara superrápida: el colapso visible de una legislatura inviable desde su nacimiento. Ahora bien, que nadie confunda eso con la expectativa de que Sánchez convoque unas elecciones generales sabiendo que las perderá. Cuando hablo de colapso, me refiero solo a la imposibilidad absoluta de hacer algo que se parezca a gobernar. No sé si dan más ganas de quedarse a contemplar el espectáculo o de instalarse definitivamente en Portugal.

El Congreso aprobó ayer la ley de amnistía con 178 votos favorables y 172 contrarios. 51% frente a 49%. Dentro de dos meses, la ley se votará en el Senado con un resultado probable de 116 votos a favor y 150 en contra. El texto recibirá el apoyo de 294 y el rechazo de 322 de los 616 parlamentarios que componen las Cortes Generales: en total, 52% en contra y 48% a favor.

Amnistía
El redactor recomienda