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¿Qué le pasa al PP? (Feijóo y el gol de Cardeñosa)
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Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

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¿Qué le pasa al PP? (Feijóo y el gol de Cardeñosa)

"El gol de Cardeñosa" perpetrado por Feijóo el 23 de julio de 2023 está en la base de la marea de dudas que desde entonces despiertan la figura de Feijóo y la dirección del PP sobre su capacidad para desalojar a Sánchez de la Moncloa

Foto: El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo. (Europa Press/A. Pérez Meca)
El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo. (Europa Press/A. Pérez Meca)
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Julio Cardeñosa fue un futbolista excelente. No un Messi o un Pelé, pero sí el mejor de su equipo (el Betis) y titular en la selección española que acudió al Mundial de Argentina en 1978. El 7 de julio, España se jugó en Mar de Plata la clasificación para la segunda fase, nada menos que contra Brasil. A diez minutos del final, con un empate a cero que nos eliminaba, Cardeñosa se vio con el balón controlado, sin adversarios que lo estorbaran y a cinco metros de una portería sin portero en la que un solitario defensa brasileño esperaba ser fusilado. El español hizo lo más difícil: de su pie derecho salió un tirito ridículo que tropezó en la rodilla del brasileño. El episodio ha pasado a la historia del fútbol español como “el gol de Cardeñosa”. Ahí se perdió la carrera de un buen profesional.

Entre julio de 2016 y abril de 2019, el PP perdió tres millones y medio de votos y tocó fondo con 66 diputados en el Congreso. Previamente se inoculó el veneno plebiscitario y se puso en las manos de Pablo Casado, un político inexperto más ambicioso que capaz que, además practicar un genocidio interno, cometió la imprudencia de embarcarse en una bronca fratricida con la estrella emergente de Isabel Díaz Ayuso, que acababa de aplastar a la izquierda en Madrid. La única buena noticia para el PP en esos años fue la conquista milagrosa de la Junta de Andalucía mediante una carambola a varias bandas.

Ese era el panorama cuando Alberto Núñez Feijóo fue llamado a la desesperada -tras haberse escaqueado con la caída de Rajoy- para hacerse cargo de un partido que se encaminaba al naufragio. Se había sufrido una sangría de dirigentes con experiencia y rozado una escisión, el poder territorial del PP se había quedado en las raspas, en las casas de apuestas cotizaban cada vez más alto el partido de Albert Rivera y el de Abascal y Sánchez galleaba sin pudor con su alianza Frankenstein, gobernando con las mismas ínfulas que si tuviera mayoría absoluta.

Lo cierto es que en un año el PP recuperó la unidad interna con un liderazgo no cuestionado, se engulló a Ciudadanos y frenó en seco la crecida de Vox, se hizo con un inmenso capital de poder territorial a costa del PSOE y se disponía a consumar el cambio de ciclo con una victoria en las elecciones generales que parecía cantada. El día que Sánchez las convocó en un órdago a todo de inminente perdedor de mus, 800.000 votantes socialistas anunciaban en las encuestas su intención de pasarse al PP.

Foto: Feijóo, con los líderes territoriales de su partido. (Europa Press/Jorge Peteiro) Opinión

Entonces llegó el gol de Cardeñosa. Once millones de votantes de la derecha a los que se les había dado la certeza de que esa noche se derogaría el sanchismo contemplaron estupefactos cómo el gobernante más detestado de la democracia española proclamó un arrogante “¡Somos más!” al que siguió, en su no menos arrogante investidura, el anuncio del levantamiento de un muro destinado a blindar la confrontación binaria entre bloques y convertir en un infierno la expectativa de una alternancia civilizada en el poder.

Viene a cuento este repaso histórico porque, en mi opinión, “el gol de Cardeñosa” perpetrado por Feijóo el 23 de julio de 2023 está en la base de la marea de dudas que desde entonces despiertan la figura de Alberto Núñez Feijóo y la dirección del PP sobre su capacidad para desalojar a Pedro Sánchez de la Moncloa y, sobre todo, de sustituirlo por un gobierno capaz de restablecer la normalidad en el funcionamiento de las instituciones, sanear la atmósfera de azufre y desmilitarizar la política española.

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, en una sesión de control al Gobierno. (EFE/Mariscal) Opinión
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Dentro del afamado perímetro de la M-30, pero sospecho que también fuera de él, parece haberse asentado una coincidencia general en que el Partido Popular, pese a su inmensa cuota de poder territorial, su ventaja en las encuestas nacionales y la descomposición visible del bloque sanchista, no termina de encontrar un camino que lo consolide como alternativa de poder creíble y deseable; da muestras continuas de confusión estratégica y vive más instalado en una especie de aturdimiento táctico que en la convicción de quien dispone de un plan para alcanzar su objetivo y lo desarrolla con rigor.

En su devenir siguen siendo más notorias las dudas que las certezas, la improvisación que la proyección del futuro y el amateurismo que la profesionalidad. Se desconoce su proyecto para el país más allá de los tópicos al uso y tropieza demasiado con sus propios pies para inspirar confianza. Los sanchistas parecen confiar en que los errores de Feijóo acudirán en su ayuda y, lo que es peor, la mayoría de los antisanchistas temen que tengan razón.

No presentaría yo a Feijóo y su equipo directivo a una competición de eficiencia operativa, perspicacia estratégica, planificación inteligente y contemporaneidad en la comunicación política. Pero creo que hay una buena dosis de exageración en el ejercicio radicalmente descalificatorio al que se les somete, especialmente cuando se trata de fuego amigo.

Foto:  El líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, junto con la secretaria general del partido, Cuca Gamarra. (EFE/Javier Lizón) Opinión
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Atendamos más a las realidades objetivamente contrastables que al ruidoso murmullo de censuras de los críticos de la Gourmetour que jamás pisaron una cocina, asiduos del tendido del 7 de Las Ventas que nunca vieron un toro de cerca o del primer anfiteatro del Bernabéu que no sabrían controlar un balón sencillo.

El Partido Popular que estuvo a punto de suicidarse dispone hoy del grupo parlamentario más numeroso del Congreso y de la mayoría absoluta del Senado. Gobierna cómodamente en 11 comunidades autónomas y en la gran mayoría de los principales ayuntamientos. Poco a poco, va logrando recomponer una red de liderazgos propia de un partido de poder, capaz de combinar la coexistencia en su seno de un espectro ideológico amplio con una razonable paz interna. Tiene sus mazones que lo lastran, pero también sus ayusos y morenobonillas que lo apuntalan (al otro lado de la trinchera sólo hay mayordomos y despenseros, además de un ejército de mudos). Es, junto a la CDU alemana, unos de los escasísimos partidos europeos del centro derecha convencional que mantienen una salud electoral aceptable y aspiran seriamente a gobernar en un futuro próximo. No existe una sola encuesta solvente que no lo sitúe como el primer partido en intención de voto, con una distancia tendencialmente creciente respecto a su rival y claras probabilidades de formar gobierno. Y en las cuestiones más sensibles del debate público, la opinión pública se muestra más próxima a sus posiciones que a las del oficialismo, dentro de un desplazamiento global hacia la derecha en toda Europa. Y todo ello ha sucedido durante el mandato de Núñez Feijóo; lo que no significa que esa concatenación de circunstancias favorables se deba necesaria o únicamente a su liderazgo ni que estemos ante un gigante de la política.

Cualquiera que conozca un poco la política por dentro detecta fácilmente el cúmulo de patinazos tácticos, declaraciones imprudentes y ejercicios de amateurismo que evidencia ese partido en su actuación cotidiana. Eso da mucho juego a columnistas, tertulianos y comentaristas en general, además de servir como coartada a quienes, tras lamentarse de los desafueros del sanchismo, se refugian en el burladero de equipararlos con las torpezas del PP. Pero sospecho que, más allá de la obsoleta batalla topográfica de quienes primero se sitúan en el eje izquierda-derecha y después piensan, lo que viene prevaleciendo es una demanda mayoritaria de cordura frente a los bomberos toreros y los saltos de la rana con cosas serias como el ordenamiento jurídico.

Eso sí, toda España sabe que lo del gol de Cardeñosa sólo puede ocurrirte una vez, y tienes suerte si te dan una segunda oportunidad. Otra broma como esa y no solo Feijóo, sino el tenderete entero se vendrá abajo.

Julio Cardeñosa fue un futbolista excelente. No un Messi o un Pelé, pero sí el mejor de su equipo (el Betis) y titular en la selección española que acudió al Mundial de Argentina en 1978. El 7 de julio, España se jugó en Mar de Plata la clasificación para la segunda fase, nada menos que contra Brasil. A diez minutos del final, con un empate a cero que nos eliminaba, Cardeñosa se vio con el balón controlado, sin adversarios que lo estorbaran y a cinco metros de una portería sin portero en la que un solitario defensa brasileño esperaba ser fusilado. El español hizo lo más difícil: de su pie derecho salió un tirito ridículo que tropezó en la rodilla del brasileño. El episodio ha pasado a la historia del fútbol español como “el gol de Cardeñosa”. Ahí se perdió la carrera de un buen profesional.

Partido Popular (PP) Alberto Núñez Feijóo
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