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Las nuevas reglas del juego de la política española
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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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Las nuevas reglas del juego de la política española

Nos adentramos en un periodo que el presidente comenzó con la palabra "muro", pero que ya apunta a "muro de las lamentaciones"

Foto: El Congreso, en una votación de esta semana. (Europa Press/Alejandro Martínez)
El Congreso, en una votación de esta semana. (Europa Press/Alejandro Martínez)
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Olvídense de la legislatura pasada. Se han repartido nuevas cartas para todo el mundo. Lo ocurrido en el Parlamento durante esta semana nos adentra en una partida distinta. Ha cambiado la relación con la oposición. Acaban de cambiar los equilibrios en el seno del Gobierno. Y la naturaleza de la mayoría que sostiene al Gobierno lo cambiará todo. Nos adentramos en un periodo que el presidente comenzó con la palabra "muro", pero que ya apunta a "muro de las lamentaciones".

Olvídense de ver al Partido Popular dudando entre aplicar la máxima contundencia contra Sánchez o salvarle en las votaciones graves por sentido de responsabilidad o por miedo al que dirán.

Había mucho en juego, cierto. Pero en ningún momento han dejado los populares el más mínimo resquicio a una eventual apertura de la puerta de última hora. Es lógico, fue el presidente quien dio el portazo en un discurso de investidura erróneo y del todo innecesario. Con una pizca de generosidad, con un tímido llamamiento a la concordia, habría ganado algo que ha perdido: el salvavidas patriótico para casos de emergencia. Muy grave tendrá que ser la situación para que se restablezca la relación.

Como consecuencia, Vox termina quedándose sin más margen de actuación que la estridencia. Perdida la funcionalidad y demostrada la incapacidad a escala municipal, regional y nacional, se encuentran los de Abascal en una crisis anímica y de liderazgo que les impedirá retomar el vuelo. Han pasado de llevar plomo en las alas a quedarse sin ellas. Hay estrellas fugaces que duran más.

Se han repartido nuevas cartas para todo el mundo. Lo ocurrido en el Parlamento durante esta semana nos adentra en una partida distinta

Olvídense del feliz equilibrio entre Sumar y el PSOE. Aquello de que Yolanda Díaz pondría punto y final a las tensiones entre las partes ha quedado descartado. Ella es hoy un problema para Sánchez por haberse empeñado en mantener una relación tan problemática con Iglesias, llevada hasta el extremo, también innecesario, de la crueldad.

Otra pizca de generosidad, tan pequeña como ceder a los morados el ministerio que en rigor les correspondía, habría bastado para mantener al competidor dentro de la cobertura de control, en lugar de echado al monte, en modo guerrilla, y con sed de venganza.

Foto: La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. (EFE/Chema Moya)

Como derivada electoral, el "no" de Podemos, tan fácilmente evitable hace nada de tiempo, le ha devuelto a Iglesias lo que más necesita en su carrera hacia las urnas europeas: visibilidad, lo que mejor sabe aprovechar. Desde ahora, en cada votación, todo el mundo tendrá que preguntarse qué votarán los de Podemos, sabiendo que los suyos pueden cumplir sus amenazas. Eso implica minutos y minutos de exposición pública, de campaña de medios gratuita.

Olvídense de la pasada lógica de "los socios cautivos", según la cual, el hecho de que Sánchez les necesitase a todos se equilibraba con la imposibilidad de que estos tuviesen otra alternativa que respaldarle.

Puigdemont no está en esa lista. Efectivamente, lo más probable es que no lleve a cabo ninguna acción letal para el Gobierno hasta que se concrete lo de la amnistía (llevará más de lo que parece). Ahora bien, con toda seguridad se esforzará en demostrar, pulsión sádica mediante, de humillar a Sánchez arrancándole la dignidad a jirones, mientras se lleva tajadas necesariamente polémicas en cada capítulo, pues esa es la mejor manera de devolver a ERC al cajón histórico de los perdedores.

"Traidora de la clase obrera"

Y, por supuesto, Iglesias es en estos momentos cualquier cosa menos cautivo. Disfruta del sabor de la venganza, aplicada a cómodos plazos sobre la desleal. Juega al forajido y reventará cualquier cosa que huela a Yolanda, "traidora de la clase obrera". Todo lo que el Gobierno ofrezca en el capítulo social de los presupuestos será contado en lenguaje morado como un engaño a la pobre gente trabajadora, envuelto en papel de rosa por la chica de los recados de estos socialistas, que siempre se la acaban metiendo doblada al pueblo injustamente maltratado. Eso por poner un ejemplo, pero antes vendrán muchos más.

Como resultado de lo anterior, hemos pasado de la lógica de los "socios cautivos por Sánchez" a una realidad en la que es Sánchez quien se encuentra cautivo por sus socios de investidura.

No hay forma humana de predecir qué le puede generar más desgaste ante la opinión pública. La sumisión a Puigdemont y la subasta troceada del Estado es disolvente en la zona electoral más templada. Pero la incapacidad de ejecutar medidas y anuncios sociales sin que los de Podemos te los autoricen con desdén, te los desprecien con desaire, o te los tumben con altivez, es una bomba bajo la autoridad del PSOE como partido progresista.

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, durante la votación. En el fondo (1i), la portavoz de Junts, Míriam Nogueras. (EFE/Fernando Villar)

Y olvídense, del todo, del mantra de "la mayoría progresista" porque el pegamento retórico de la pasada legislatura ya ha volado por los aires. Tanto alertar con que podía venir la extrema derecha y resulta que al final, como en el cuento de Cortázar, estaba ya la propia "Casa tomada" por los bichos, conquistando una habitación tras otra.

La cadena de cesiones al nacionalismo impacta sobre el principio de igualdad que fundamenta a cualquier partido de izquierdas. La exclusión del distinto, la instalación de la discriminación, el hecho de que las políticas y los recursos se dirijan para favorecer a unos en detrimento de otros, la fragmentación social, el dogmatismo y el desafío a la unidad nacional no se soportan sobre el terreno de la ética, pero se derrumban en el territorio de los hechos, cuando ni siquiera se puede señalar a alguna emergencia verosímil que distraiga a los ciudadanos de lo esencial.

Y resulta que, ya en el comienzo mismo de la legislatura, esa emergencia verosímil ha cambiado de bando porque Vox está más débil que nunca y porque el supremacismo catalán celebra en su gozadera una posición de poder histórica, incontestable e irrefrenable. ¿Son fascistas los supremacistas? ¿Hay fascistas respaldando a Pedro Sánchez? ¿Se está sosteniendo el Gobierno sobre el fascismo por simple afán de supervivencia política?

¿Hay fascistas respaldando a Pedro Sánchez? ¿Se está sosteniendo el Gobierno sobre el fascismo por simple afán de supervivencia política?

En Moncloa detectaron rápido la brecha y dieron pronta orden a las tropas de reenmarcar a la "mayoría progresista" como "mayoría social". Se parece, pero es sutilmente distinto. Veremos cuánto tarda Iglesias en dejar también cegada esa salida.

En el fondo la legislatura va de eso, de ver cuánto tiempo pasa hasta que se queden todas las salidas cegadas. Algunos insisten en preguntárselo a todo el mundo. La paradoja está en que todos lo sabemos, empezando por quienes celebraron la investidura. Si la legislatura dura un día más, habrá durado demasiado.

Olvídense de la legislatura pasada. Se han repartido nuevas cartas para todo el mundo. Lo ocurrido en el Parlamento durante esta semana nos adentra en una partida distinta. Ha cambiado la relación con la oposición. Acaban de cambiar los equilibrios en el seno del Gobierno. Y la naturaleza de la mayoría que sostiene al Gobierno lo cambiará todo. Nos adentramos en un periodo que el presidente comenzó con la palabra "muro", pero que ya apunta a "muro de las lamentaciones".

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