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El pacto consorcial entre Sánchez y Zapatero
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José Antonio Zarzalejos

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El pacto consorcial entre Sánchez y Zapatero

Se produce entre ambos un 'do ut des': el presidente le reconoce su personalidad referencial (y se la niega a González) y Zapatero le retribuye con su apoyo incondicional. Se han unido en una misma suerte

Foto: Pedro Sánchez junto a José Luís Rodríguez Zapatero en el homenaje por el veinte aniversario del Gobierno socialista. (Europa Press)
Pedro Sánchez junto a José Luís Rodríguez Zapatero en el homenaje por el veinte aniversario del Gobierno socialista. (Europa Press)
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Cuando el jueves se aprobó en el Congreso la proposición de ley de amnistía, tanto Sánchez como el PSOE y, sobre todo, los futuros beneficiarios de la impunidad, debieron elevar un recuerdo agradecido a José Luis Rodríguez Zapatero. Porque con él empezó todo. Elegido en el año 2000 como secretario general del partido, doblando el pulso a su competidor José Bono, gracias al apoyo entusiástico del PSC, el vallisoletano recriado en León dio un volantazo al socialismo español. Luego, ganó las elecciones del 14 de marzo de 2004, hace ahora veinte años, aniversario que le ha servido para, mediante una misiva a la militancia socialista, hacerse presente ostensiblemente como referencia de la organización. El último párrafo de su texto es un compromiso de lealtad al actual secretario general del PSOE en su momento político y anímico más bajo.

Pedro Sánchez ha sido el continuador de las políticas de identidad de Zapatero, sustitutorias de las propias de la socialdemocracia desde mediados del siglo pasado. Lo describe con la sobriedad y exactitud propias de los hispanistas anglosajones Michael Reid en su notable ensayo titulado España (editorial Espasa. 2024). El que fuera corresponsal en nuestro país de The Economist entre 2016 y 2021, opina que "Zapatero inició una 'guerra cultural' en temas que, cual cuñas, pudieran provocar al PP". Cita el matrimonio homosexual, la ley de violencia de género, la dependencia y las que fueron "las otras dos grandes iniciativas de su presidencia", por una parte, la aprobación del nuevo Estatuto de Autonomía de Cataluña y, por otra, la Ley de Memoria Histórica.

"Zapatero anticipó las políticas de identidad de Sánchez. Fue el buenismo, ahora es el progresismo"

Es aconsejable leer el libro de Reid porque, siendo ecuánime dada la lejanía emocional con la que relata esos y otros hechos, enfatiza cómo en esa legislatura (2004-2008) se gestó la opción socialista de rehusar cualquier pacto con la derecha democrática española (no puede olvidarse que Pasqual Maragall impulsó y firmó el pacto del Tinell el 14 de diciembre de 2003), prefiriendo el acompañamiento del secesionismo catalán (un puñado escogido de dirigentes del PSC estuvo en el inicio y desarrollo del proceso soberanista) y del vasco (el PNV fue decisivo en la expulsión de Rajoy del poder en la moción de censura de junio de 2018).

Durante su gestión se interiorizó en el PSOE la reformulación ideológica para su supervivencia: las políticas identitarias que con Sánchez están siendo exorbitantes y desacopladas ya de los nuevos aires de la izquierda que comienza a reconocer en ese progresismo una escabechina ideológica que la banaliza. Quizás Zapatero no sabía exactamente cuál sería el futuro del socialismo en Europa (han ido cayendo el italiano, el francés, incluso la socialdemocracia alemana), pero sembró una semilla que luego ha germinado.

"Desde su derrota en 2011 Zapatero se ha conectado con los estándares izquierdistas del Grupo de Puebla"

Zapatero ha sido subestimado por la derecha y por algunos sectores de su partido. Lo cierto fue, sin embargo, que pudo repetir victoria electoral en 2008 porque practicó una suerte de trampantojo del que ha aprendido Sánchez algunas lecciones. El buenismo del expresidente fue una nueva concepción de la práctica política de la izquierda española que ha derivado en el progresismo de Sánchez. Fue el "estado de negación" (así lo define Reid en su ensayo) sobre las proporciones de la crisis económica lo que terminó con el exsecretario general del PSOE. En 2011, el PP obtuvo una mayoría absoluta superior a la de José María Aznar en el año 2000. El socialista desde entonces se proyectó hacia un izquierdismo conectado con los estándares del Grupo de Puebla y se reencontró a sí mismo con Pedro Sánchez en 2018. Hasta convertirse para el presidente del Gobierno en el único referente memorial y en un personaje instrumental. La mirada del actual PSOE a su pasado llega a Zapatero, pero no a Felipe González, y, en consecuencia, tampoco al auténtico compromiso histórico del socialismo español con la Constitución de 1978.

"Sánchez le reconoce su personalidad referencial y Zapatero le retribuye con su apoyo incondicional, incluida la amnistía"

La defensa de la gestión de Sánchez por parte de Zapatero ha sido continua, sostenida e hiperbólica. Se siente reivindicado por el secretario general del PSOE y desvinculado de la gran corriente que en su partido encabezó el fallecido Alfredo Pérez Rubalcaba, sin el que, quizá, tampoco se podría entender sus largos siete años de gestión en la Moncloa. En la campaña de las generales de julio del año pasado, Zapatero se volcó. Lo hará también en la campaña de las vascas del 21 de abril próximo. Sánchez quiere presentarle al electorado del País Vasco como el pacificador del terrorismo etarra. El sábado día 9 de marzo, le homenajeó en un acto en Bilbao. El expresidente apoyará también al PSC en las catalanas en línea con su discurso del viernes en la apertura del XV Congreso de los socialistas de Cataluña. Su perfil es para Sánchez muy vendible en ambos comicios.

Se produce entre ambos un do ut des: el presidente del Gobierno le reconoce su personalidad referencial (y se la niega a González) y Zapatero le retribuye con su apoyo incondicional. Pero esa relación no solo es retórica. El expresidente del Gobierno está en el secreto de algunas de las políticas de Sánchez: en la amnistía, desde luego; pero también en la relación con Marruecos (a pachas con Moratinos) y con Venezuela. Maniobra bien en los pactos con secesionistas y nacionalistas. Le ha prestado a la Moncloa, además, agenda y colaboradores. Los dos socialistas han decidido jugar juntos la partida antisistema cuya primera meta volante, pero decisiva, superaron el jueves en el Congreso con la deslegitimación de la Constitución de 1978. Y pronto vendrá la meta final: el referéndum que reclaman los socios. Se trabaja en ello. Sánchez-Zapatero se han constituido en un consorcio político sin precedentes porque han unido su suerte. Son lo suficientemente diferentes y lo necesariamente afines para que esa sociedad de intereses funcione con la sincronización adecuada. Iremos viendo, a no tardar, los resultados de la común empresa.

Cuando el jueves se aprobó en el Congreso la proposición de ley de amnistía, tanto Sánchez como el PSOE y, sobre todo, los futuros beneficiarios de la impunidad, debieron elevar un recuerdo agradecido a José Luis Rodríguez Zapatero. Porque con él empezó todo. Elegido en el año 2000 como secretario general del partido, doblando el pulso a su competidor José Bono, gracias al apoyo entusiástico del PSC, el vallisoletano recriado en León dio un volantazo al socialismo español. Luego, ganó las elecciones del 14 de marzo de 2004, hace ahora veinte años, aniversario que le ha servido para, mediante una misiva a la militancia socialista, hacerse presente ostensiblemente como referencia de la organización. El último párrafo de su texto es un compromiso de lealtad al actual secretario general del PSOE en su momento político y anímico más bajo.

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