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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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Últimas noticias: lo peor se puede evitar

La duración de la legislatura puede depender más del calendario judicial que de la agenda electoral. Ahí es donde aguardan a Sánchez los peligros de verdad

Foto: Protesta en Madrid contra el Gobierno el 20 de octubre. (Europa Press/Carlos Luján)
Protesta en Madrid contra el Gobierno el 20 de octubre. (Europa Press/Carlos Luján)
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Hagamos acopio de fuerzas y preparémonos para atravesar lo inesperado durante un tiempo largo. Llevamos años y años con el país entero subido en una montaña rusa y resulta que es ahora cuando pueden venir las curvas de verdad.

El presidente del Gobierno no afronta una amenaza existencial en el PSOE y tampoco en el Parlamento. Está acostumbrado a malvivir así, mantenido y sin poder legislar. Ahora ha puesto toda la carne en el asador para sacar adelante los presupuestos y no es improbable que lo consiga.

Si los socios dan luz verde, no habrá motivos para encender la sorpresa o el escándalo: a mayor debilidad, mayores extorsiones. Socialmente, el daño sobre el conjunto de los españoles aumentará.

Y políticamente, en el fondo, da igual. Igual porque la fragilidad de este Gobierno es congénita. Y también porque la duración de la legislatura puede depender más del calendario judicial que de la agenda electoral. Ahí es donde le aguardan los peligros de verdad.

Foto: Manifestantes exigen la dimisión de Sánchez. (EFE/Borja Sánchez-Trillo) Opinión

Puede saltar a corto plazo con el procesamiento de Ábalos, a medio con el procesamiento de Begoña Gómez o con la imputación del propio presidente. Y pueden darse los tres saltos si no llega a saltar nada más, nunca se sabe.

Mientras tanto, conviene acostumbrarse a que la Justicia tenga un latido más lento que el ritmo de los tuiteros. Abróchense los cinturones porque la crispación irá a todavía más. Y agárrense porque lo peor para Sánchez podría estar a la vuelta de la esquina y detrás vendría lo peor para España.

Foto: Pedro Sánchez, en la puerta de Moncloa. (Europa Press) Opinión

Lo de Ábalos podría devolver las siglas a la época más dura del desprestigio, a los años noventa. Lo de Begoña podría parecerse a lo de Rajoy, con el esposo eventualmente llamado a declarar como testigo. Y lo de ver a Sánchez imputado no pasa de ser, a día de hoy, un sonoro rumor con un potencial devastador.

Se especula en Madrid con la posibilidad de un tercer informe de la UCO que justifique la imputación del “número uno”. Antes de 2025, se dice. De ser así, habría consecuencias políticas antes que judiciales. Y nuestro país se encontraría ante una situación desgraciadamente insólita que abriría tres escenarios:

Primero, la dimisión del presidente que, siendo lo natural, es al mismo tiempo lo menos probable dada la naturaleza del personaje.

Foto: Pedro Sánchez y Begoña Gómez. (EFE/Borja Sánchez-Trillo) Opinión
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Segundo escenario: convocatoria de elecciones generales. Tiene su lógica ante la derivada peronista que vemos instalada en Moncloa. Habría relato: “Reacción democrática al golpe de la derecha judicial” y se llamaría a unas urnas de carácter plebiscitario.

Esa opción parece más probable si los socios llegasen a emitir señales de estar éticamente incómodos, cosa que está por verse. Hasta el momento, con la excepción de Podemos, el silencio parece atronador y casi premonitorio.

A la espera de los acontecimientos, lo cierto es que todos los aliados tienen autonomía política menos uno. Yolanda Díaz carece de línea de retirada. Sumar está atado de pies y manos al destino del régimen. Por ese motivo cabe apuntar una bifurcación en el mapa electoral: Sánchez candidato del PSOE o Sánchez candidato de un Frente Popular.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante una sesión plenaria de la cumbre del Consejo Europeo. (Europa Press/Pool/Moncloa/Borja Puig de la Bellacasa) Opinión
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Autopista hacia el frentismo total. 1936. Feijóo ante el dilema de levantar la CEDA 2.0 o de correr con un vehículo que, quizá, habría que medir muy bien eso, podría resultar menos potente -no estoy nada seguro de que fuese así-.

La apuesta sería un espanto en términos de país. Pero, más acá de eso, tampoco despejaría los problemas judiciales que podría llegar a tener el presidente. Nada, ni siquiera una victoria electoral aplastante podría impedir que la Justicia siguiese haciendo su trabajo.

Tercer escenario: resistencia numantina. En mi opinión, el más coherente con la trayectoria de Sánchez.

Foto: Pedro Sánchez en el desfile del 12 de octubre. (EFE/Chema Moya) Opinión

La vía de la polarización total. El camino del vómito. Si ve que los aliados aguantan, él aguantaría a cualquier precio. Daría igual el desprestigio internacional, la crisis institucional, el envenenamiento de la convivencia. Nada importaría aunque la película continuaría a pesar de todo.

Así que sigamos conjeturando, siempre bajo la hipótesis de que no salten nuevos escándalos, solo poniendo en movimiento lo que está puesto sobre la mesa.

Pongamos que, después de abierta la investigación a Sánchez, el Tribunal Supremo concluyese que habría elementos suficientes para procesar formalmente al presidente. En ese momento, enviaría al Congreso el suplicatorio para solicitar el levantamiento de su inmunidad.

Foto: Pedro Sánchez a su llegada a la cumbre del MD9. (Reuters/Yiannis Kourtoglou)
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En el Parlamento, la votación sería secreta y bastaría una mayoría simple. ¿Qué votaría el PNV? ¿Puigdemont? ¿ERC? ¿Los de Iglesias? ¿Qué votaría el propio Ábalos?

En toda la historia de nuestra democracia, el Congreso ha aprobado 32 suplicatorios y ha rechazado 14 (el último en 1988). Nunca hemos visto a un presidente del Gobierno en una situación parecida. Y parece obvio que el rechazo del Parlamento al suplicatorio podría ser interpretado por muchos como una obstrucción a la Justicia.

Incluso sufriendo una votación que levantase su inmunidad, Sánchez tendría un largo margen temporal para atornillarse en el sillón. Podrían pasar años hasta que cayese la sentencia. De hecho, la legislatura moriría de muerte natural antes de que el veredicto viese la luz.

Foto: El presidente del Gobierno Pedro Sánchez. (EFE/Borja Sánchez-Trillo)
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¿De cuánto tiempo estaríamos hablando? Tomemos un par de referencias:

1-. Imputación de Bárcenas por el caso Gürtel: 2009. Condena: 2018.

2-. Imputación de Griñán por el caso de los ERE: 2014. Condena 2019.

Lo peor para él escapa a su capacidad de control. Lo peor para España puede aún evitarse. Eso sí puede decidirlo. Le queda la dignidad de dimitir

Y añadamos una más. Sumemos un caso en el que no fue necesario el suplicatorio porque la pareja de la Infanta no desempeñaba un cargo público aforado ¿Cuánto tiempo pasó desde la imputación de Urdangarin hasta su condena? Unos siete años.

La resistencia numantina parece cualquier cosa menos un sendero sembrado de rosas. La Justicia ha echado a andar y no habrá quien la pare. Sánchez solo puede elegir hasta qué punto quiere desgastarse y hasta dónde está dispuesto a desgastar a nuestro país.

Lo peor para él escapa a su capacidad de control. Lo peor para España puede evitarse todavía. Eso sí puede decidirlo. Le queda, al menos, la dignidad de dimitir.

Hagamos acopio de fuerzas y preparémonos para atravesar lo inesperado durante un tiempo largo. Llevamos años y años con el país entero subido en una montaña rusa y resulta que es ahora cuando pueden venir las curvas de verdad.

Pedro Sánchez
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